viernes, 19 de septiembre de 2014

Retales

Cada cual tiene su gloria y aquí te delato un poquito la mía, princesa.

Si me preguntarás con que sonido me quedo, creo que respondería sin pensármelo que el de tus gemidos.
Sí, princesa, el de tus gemidos entrecortados, sin aliento y con toda tu fuerza.
Aquellos que por las madrugadas sin buscarlos te brindaba o por ejemplo aquellos mañaneros, que sin saberlo ni programarlo, terminaba mi lengua en aquellas zonas que muchas simplemente con pronunciarlas se ruborizan... Aquel pecado envuelto en nuestra piel con final feliz, si se pudiera resumir.

Si tuviera que pedirte algo es que no dejarás de sonreír pero creo que me quedaría corto; corto porque quería en realidad que no dejarás de gemirle al mundo todo eso que llevas dentro.
Todo ese orgasmo hecho mujer que eres, mi princesa. Tan furiosa, tan apunto de perder los papeles y a la vez  tan "después de la tormenta viene la calma" aunque cueste.
Eres mi tormenta y mi calma; tú sostienes mi mundo con tu valentía de darme hasta el último rayo de luz que te queda, por muy pequeña que la luz sea ese día.
El mundo es tan grande y al final siempre acabo en ti; todas mis decisiones acabaron en ti.

No lo olvides dale al mundo todo lo que vales, mi princesa.




Atentamente, tu pequeño desastre.

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