miércoles, 30 de julio de 2014

Día 3 desde que abrí el cofre y admití lo que había. 
Me sorprende como estoy, pasada la liberación del primer momento y ahora no me queda espacio.
Seguimos en la misma situación inestable del ángel y demonio en el mismo frasquito, en el mismo lugar aparentemente alterado.
He llegado a pensar que si no existiese solución, habría que inventársela cualquier día de estos. 


Primero me rendiré mil y una vez en medio del trayecto en el que busco algo que cambiar, en el que busco algo estable entre esos días más o menos buenos donde consigo ver lo pasitos que he dado. 
Después caeré en cuenta de que en todo el camino no es tan importante el como ni cuanto ni donde sino el final, pero también caeré en cuenta de que del camino se debe aprender que no por andar más lento, más curvo o menos diestro se es peor caminante. 
Es bueno que me recuerde que no todo el mundo verá lo que mis ojos ven o lo que yo siento y, por lo tanto, es aplicable en el sentido inverso. Tampoco nadie es igual, por lo que intentar exigirse lo que el de alado será un largo rato de tortura para uno mismo. 
En primer lugar hay que encontrar y cultivar aquello que nos hace especiales y felices, y para el resto de las cosas la vida ya se encargará de fluir por si sola.
Se me olvidaba recordarme que el respeto es algo que comienza con uno mismo por mi tópico que suene; aceptándose tal y con se es. 
Teniendo valor para conocer cuantas virtudes y cuantos defectos te componen y aún así aceptarte. 

Respétate, encuéntrate, tente valor, y quizás entonces aceptaras al mundo tal y como es, dejándolo fluir como te lo permites a ti mismo.
No te olvides, recuérdalo.