Con los años me ha ido mutando el
concepto de aquella música que me toca el alma, las voces se hacen
más profundas, se hacen más salidas del abismo para acercarse al
mío.
Necesito una voz, una melodía que me
acaricie internamente tanto que externamente la manifestación sea
tan grande que pierda los papeles.
Es el camino y la búsqueda del gran
Orgasmo de mi vida, cual prostituta que busca el amor de su vida en
una esquina barata llena de hombres de dudosa moral y aun así ella
se siente la princesa más inocente del mundo, solo por el motivo más
simple, no hay hombre que haya tocado su alma, no es algo que se
pueda tocar con unas manos o un cuerpo lujurioso con un fajo de
billetes sucios.
Para tocar un alma hay mucho más
camino que recorrer, hay mucha más esencia que tener y mucho más
que dar y sentir.
Tocar un alma debe ser algo así como
lo imposible en los dedos de un mortal con las ansias de ser Dios por
un día, lo irreal en los ojos de una mujer llena de vida con una
vida llena de muerte, un adiós impregnado de “vuelve por favor”,
un placer que sabes que existe pero jamás has sentido, todo aquello
que deseas de una manera sobrehumana y no sabes que es, en resumen
tocar un alma es Magia y no creo poder ser capaz de renunciar a
buscar eso.
Todo ser que su naturaleza le aboque a
andar sobre caminos más allá de la acera fría de la realidad,
debería cuestionarse que tipo de magia desea sentir, pasar por esta
vida sin cerrar los ojos y tener un momento en el que recuerdes y
sientas todo tu Yo podría ser una manera muy dura de morir, que
desgraciadamente no reconocen como tal.
Como dicen por ahí “pies para que os
tengo” mejor será decir “ alas para que os tengo” y volar un
poco ¿no?